
Cuando era pequeña mis padres tenían un puesto en ferias vecinales. Visitábamos una ves por semana barrios y cuadras distintas, con personas diferentes y estratos sociales muy distantes.Al llegar en la mañana el barrio estaba durmiendo, solo el sonido del vaciado de las bolsas de papas sobre las tablas de madera,que aprendí a diferenciar de los truenos, irrumpía el silencio de la mañana. Los hombres de familia salían a trabajar ,las domesticas llegaban a los hogares y los fines de semana los jóvenes llegaban de sus salidas nocturnas. En verano esa era la hora mas fresca del día. Recuerdo especialmente una feria que quedaba en Quijote y Colorado donde toda la cuadra estaba llena de arboles de tilo, el aroma era exquisito y relajante. En otra cuadra de Altamirano y Luis Alberto de Herrera había una morera con cuyas hojas yo alimentaba mis gusanos de seda, y en la de la calle Cadiz había una gran árbol con un panal, y toda la mañana tratábamos de no ser picados por las abejas atraídas por lo dulce. De cada una de ellas,los aromas y los sonidos han perdurado en mi.