Cuando era chica en mi pueblo Ituzaingo había una casa que tenia un cartelito de papel forrado en nylon que decía: Ballet niñas, Gimnasia Adultos.
En esa casa vivían Julia y Claudio dos bailarines de unos 45 -50 años.
Dos bailarines clásicos que la vida y la poca fortuna no les habían dado hijos ni éxito.
Mi madre me enviaba a mi y a mis hermanas a clases con ellos.
Cuando crecí un poco deje el ballet y empecé a ir gimnasia con mi madre. Si, en ese entonces se decía "ir a gimnasia".
Tenían una casa a media luz, humilde y con una ambientación en la que TODO tenia que ver con el baile clásico. Era su pasión.
Luego de pasar por la cocina, salías a un patio donde un viejo galpón re acondicionado hacia las veces de sala de ensayos y gimnasio. Con un improvisado vestidor, barras contra la pared y un enorme espejo ya que el secreto del baile es mirarse para ver como te ven los demás.
En invierno cuando hacia mucho frío, Claudio prendía una arcaica estufa a queroseno y sobre ella colocaba una lata de atún a la que le había remachado el borde y ponía dentro de ella agua con semillas de eucaliptos para aromatizar el ambiente.
Claudio era un hombre alto y delgado, de malla, calentadores tejidos por Julia y pocos cabellos que peinaba hacia un lado. Julia tenia un largo cabello rubio que se mezclada con sus canas, siempre iba maquillada y vestía igual que Claudio. Nunca los vi usando otra ropa, no se que harían cuando tenían que salir de compras.
Recuerdo que una ves vimos unos VHS de cuando ellos eran jóvenes. Eran muy lindos los dos.
La 1.30h de clase transcurría entre estiramientos, ejercicios y algo de meditación.
Justo ayer los recordé, cuando pasando por el parque Rivera, sentí el mismo aroma que en esas tarde de invierno cuando Claudio prendía la estufa y colocaba las semillas encima.
Ya no esta el cartel de: Ballet niñas, Gimnasia Adultos.